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Estudios Bíblicos y Compendios


5 comentarios:

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  2. DIEZMOS ¿Porqué?

    Rom 6:14 Porque el pecado no se enseñoreará de vosotros; pues no estáis bajo la ley, sino bajo la gracia.


    Heb 7:5 Ciertamente los que de entre los hijos de Leví reciben el sacerdocio, tienen mandamiento de tomar del pueblo los diezmos según la ley, es decir, de sus hermanos, aunque éstos también hayan salido de los lomos de Abraham.

    El diezmo era para los sacerdotes levitas, según la ley, quienes fueron constituidos por Dios, como mediadores de los hombres con Dios.
    Hoy tenemos nuevo mediador: Jesucristo, y fue constituido por Dios.


    Heb 7:14 Porque manifiesto es que nuestro Señor vino de la tribu de Judá, de la cual nada habló Moisés tocante al sacerdocio.
    Heb 7:15 Y esto es aún más manifiesto, si a semejanza de Melquisedec se levanta un sacerdote distinto,
    Heb 7:16 no constituido conforme a la ley del mandamiento acerca de la descendencia, sino según el poder de una vida indestructible.
    Heb 7:17 Pues se da testimonio de él: Tú eres sacerdote para siempre, Según el orden de Melquisedec.
    Heb 7:18 Queda, pues, abrogado el mandamiento anterior a causa de su debilidad e ineficacia

    El mandamiento del sacerdocio levítico y el diezmo queda abrogado por el nuevo sacerdocio de Jesucristo y el nuevo Pacto de Dios con los hombres. Pues la ley del sacerdocio levítico no perfeccionaba.
    La gracia de Dios, el espíritu Santo, que es dada por la fe en nuestro Señor Jesucristo sí nos hace Santos y Perfectos.

    Heb 7:22 Por tanto, Jesús es hecho fiador de un mejor pacto.

    Jesús es mucho mejor que los sacerdotes levitas.


    Heb 7:26 Porque tal sumo sacerdote nos convenía: santo, inocente, sin mancha, apartado de los pecadores, y hecho más sublime que los cielos;
    Heb 7:27 que no tiene necesidad cada día, como aquellos sumos sacerdotes, de ofrecer primero sacrificios por sus propios pecados, y luego por los del pueblo; porque esto lo hizo una vez para siempre, ofreciéndose a sí mismo.
    Heb 7:28 Porque la ley constituye sumos sacerdotes a débiles hombres; pero la palabra del juramento, posterior a la ley, al Hijo, hecho perfecto para siempre.

    Jesucristo es nuestro sacerdote para siempre y a él no se le dan diezmos, pues su sacrificio fue suficiente para siempre.


    Hch 8:18 Cuando vio Simón que por la imposición de las manos de los apóstoles se daba el Espíritu Santo, les ofreció dinero,
    Hch 8:19 diciendo: Dadme también a mí este poder, para que cualquiera a quien yo impusiere las manos reciba el Espíritu Santo.
    Hch 8:20 Entonces Pedro le dijo: Tu dinero perezca contigo, porque has pensado que el don de Dios se obtiene con dinero.

    El dinero no compra la gracia ni las bendiciones de Dios.

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  3. Jesucristo el mediador de un nuevo pacto

    Heb 8:1 Ahora bien, el punto principal de lo que venimos diciendo es que tenemos tal sumo sacerdote, el cual se sentó a la diestra del trono de la Majestad en los cielos,
    Heb 8:2 ministro del santuario, y de aquel verdadero tabernáculo que levantó el Señor, y no el hombre.
    Heb 8:3 Porque todo sumo sacerdote está constituido para presentar ofrendas y sacrificios; por lo cual es necesario que también éste tenga algo que ofrecer.
    Heb 8:4 Así que, si estuviese sobre la tierra (Jesucristo), ni siquiera sería sacerdote, habiendo aún sacerdotes que presentan las ofrendas según la ley;
    Heb 8:5 los cuales sirven a lo que es figura y sombra de las cosas celestiales, como se le advirtió a Moisés cuando iba a erigir el tabernáculo, diciéndole: Mira, haz todas las cosas conforme al modelo que se te ha mostrado en el monte.
    Heb 8:6 Pero ahora tanto mejor ministerio es el suyo, cuanto es mediador de un mejor pacto, establecido sobre mejores promesas.
    Heb 8:7 Porque si aquel primero hubiera sido sin defecto, ciertamente no se hubiera procurado lugar para el segundo.

    El nuevo pacto en Jesucristo deja sin efecto el sacerdocio del antiguo pacto, el de la ley, el del diezmo.
    Su sacrificio cancela toda deuda, deja sin efecto el diezmo.


    Heb 10:8 Diciendo primero: Sacrificio y ofrenda y holocaustos y expiaciones por el pecado no quisiste, ni te agradaron (las cuales cosas se ofrecen según la ley),
    Heb 10:9 y diciendo luego: He aquí que vengo, oh Dios, para hacer tu voluntad; quita lo primero, para establecer esto último.
    Heb 10:10 En esa voluntad somos santificados mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una vez para siempre.
    Heb 10:14 porque con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados.

    La ofrenda, única, suficiente y para siempre fue hecha por Jesucristo y hace perfectos a los santos, a los que creen y hacen lo que dijo Jesucristo, para siempre.
    El diezmo servía a los sacerdotes para tener que ofrendar y servir de mediadores ante Dios.


    Heb 13:8 Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos.
    Heb 13:9 No os dejéis llevar de doctrinas diversas y extrañas; porque buena cosa es afirmar el corazón con la gracia, no con viandas, que nunca aprovecharon a los que se han ocupado de ellas.
    Heb 13:10 Tenemos un altar, del cual no tienen derecho de comer los que sirven al tabernáculo.

    Ciertamente los que comparten los diezmos, confirman que hay un tabernáculo, un sacerdote y un sacrificio por el perdón de pecados en la tierra (aunque no lo hagan).
    Ellos no tienen derecho de participar del tabernáculo del cielo, ni del sumo sacerdote Jesucristo, ni de la gracia, sino que participan de la ley mosaica.
    Continúan viviendo en ella, en el antiguo sacerdocio, el cual no perfecciona (Heb 7:11).


    Gál 2:15 Nosotros, judíos de nacimiento, y no pecadores de entre los gentiles,
    Gál 2:16 sabiendo que el hombre no es justificado por las obras de la ley, sino por la fe de Jesucristo, nosotros también hemos creído en Jesucristo, para ser justificados por la fe de Cristo y no por las obras de la ley, por cuanto por las obras de la ley nadie será justificado.

    El diezmo es una obra de la ley y no justifica, no es obra del espíritu. Los judíos lo dijeron.


    Gál 2:19 Porque yo por la ley soy muerto para la ley, a fin de vivir para Dios.
    Gál 2:20 Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí.
    Gál 2:21 No desecho la gracia de Dios; pues si por la ley fuese la justicia, entonces por demás murió Cristo.

    Así es, si por la ley fuese la salvación demás estaría Cristo.

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